sábado, 24 de enero de 2009

Nocturno de Chopin

Estaba deseando salir. Esta noche me retrasé y no puede más. Perdona Nano, estaba tomándome algo y se me hizo tarde. Ale, vamos.
Menea el rabo, rápido, y respira con fatiga. Me mira, está contento, agradecido como siempre. Me vuelve a mirar. "Ponme la correa por favor que me meo en casa". Salimos. tiene tanta prisa que se tropieza con sus propias patas. "¡¡¡Y ahora a esperar al ascensor!!! ¡Dios, Jesús¡, ¿pero por que no llega?" Se mueve por el descansillo de un lado a otro, fatigado, me mira, menea el rabo, huele por debajo de la puerta del ascensor, tal vez así llegue antes, imagino que piensa.
¡Por fin, Jesús, por fin! ¡Vamos por Dios da al bajo!
Llegamos a la calle. Y es un continuo movimiento de subir y bajar la pata. Anda tres pasos, olisquea y mea, otros tres o cuatro pasos y de nuevo otra vez. ¡Perdona Nano, si que tenías ganas, eh! Tira de mi, tiene prisa por llegar al parque, mientras, por el camino hace paradas para oler, lo huele todo y tiene que dejar su marca, su rastro.
"Mmm mi parque favorito!!!, menos mal que me traes hoy a este, otros días me llevas al que está al lado de casa y ahí no me gusta nada, esta lleno de cacas y me molestan"
No le suelto, no me gusta hacerlo, y la verdad es más por desconfianza. Me da miedo que eche a correr y se pierda. "Espera Jesús, déjame oler esta hierba que huele tan bien. ¡Que pesado con tirar de mi, pues aqui me quedo, que me gusta!". Tiro de él y se agazapa, parece como si se pegase contra el suelo, no le puedo mover. Vale, Nano, quieres quedarte aquí un ratito.
Suelo estar solo cuando paseo a Nano, dicen que se liga mucho paseanado a los perros, pero ese no es mi caso. A lo mejor es que tampoco he puesto empeño en ello o también por que no puedo acercarme mucho a nadie que vaya con perro por que la primera intención de Nano es gruñir y enseñar dientes. No quiero tener problemas con nadie así que le permito un rápido reconocimiento olfativo de su visitante pero enseguida tiro de él, justo en el momento en que empieza a gruñir. Es normal estuvo muchos años viviendo en el jardin de la casa que teníamos en un pueblo. Y cada vez que pasaba un perro se ponía a ladrar. Era el galltito del barrio.
Estoy pensando... que sé yo en qué, y veo alguien que se acerca por el principio del paseo. Es una mujer, va sola. Tendrá unos cuarenta. Es bonita. Sí.... lo es... Nano la mira. Yo estoy más lejos, la correa me permite tener una cierta distancia para que él se pueda mover libremente.
¿Qué pasa guapo?, le dice. Tiene una voz maravillosa. Nano mueve la cara de un lado al otro y menea el rabo. Ella se acerca para acariciarle. Y yo también.
¡Que guapo eres! (¿Pero a quien se lo dice?) (Jesús me lo dice a mi) Me saluda. Le saludo.
¿Es muy joven, verdad?
¡Que va! Tiene casi quince años.
Nano es mayor, pero parece un perro jovencito. Me lo han dicho muchas veces. Ella le acaricia y Nano se tumba con las patas hacia arriba.
¡Pero Nano que golfo eres! Anda, mimoso, que solo quieres mimos. Hablo sin parar de mirarla. Y compruebo de cerca que su voz hace honor a su belleza.
Yo tuve un perro hace tiempo. Me dice y su cara se llena de emoción al recordarlo. Sus ojos brillan. Suena su móvil. Busca en el bolso. Sus manos son delgadas y sus dedos largos.
Me mira. Hasta otro rato. Me dice. Me mira de nuevo. La miro. La beso en silencio, sin que lo sepa, sin que lo note, sin que se entere. La beso con mi pensamiento y con mi corazón.
Se aleja. Habla por el movil. Y la sigo con mi mirada por el paseo. Se vuelve. De nuevo me mira. Sigue caminando. Ya casi no la veo. Es de noche y se pierde entre la penunbra y su sombra. Me queda su olor. Su voz. Su mirada.
Nano, se ha levantado y de nuevo investiga por entre los hierbajos. Vamos a casa Jesús, viejo amigo, ya se ha marchado. Ahora es él quien tira de nuevo de mi. Sabe el camino a casa. ¿Ha refrescado de repente? Tengo frío. Ambos caminamos deprisa.
De nuevo en el ascensor seguimos el rito de todos los días. Suelto su correa y le acaricio. Hablamos en nuestro lenguaje. El me agradece el paseo y yo su compañía.
En casa, Espuma nos recibe al abrir la puerta (o eso, o es que intenta salirse como hace muchos días) se huelen. Nano menea el rabo y saluda a mi madre que estáen el salón, sentada en su sillón dormitando con la tele.
Me pongo la ropa de andar por casa. Miro por la ventana. La gente anda deprisa. Hace frío y pienso: ¿Cómo se llamaría? Seguro que su nombre era precioso, como ella.
Nano viene a buscarme, me mira y se sienta a mi lado. Se llama Elisa

No hay comentarios:

Publicar un comentario