viernes, 23 de enero de 2009

PRESENTACIÓN (2)

Hoy estoy bien, contenta, pero otros días, desde hace ya varios años, tengo una gran sensación de vacío y tristeza. Al principio era angustia, una enorme bola que se me ponía en el estómago y no me dejaba comer ni dormir. Había días en que la bola se convertía en boa, devorando todo lo que encontraba sin tener nunca la sensación de saciedad… y tampoco me dejaba dormir. Estaba agresiva y lo pagaba con los más cercanos, los de confianza, sobre todo con mi madre y mi marido. Después de mis “arrebatos”, sólo me quedaba la sensación de culpabilidad. Yo, que siempre he sido muy reflexiva, intentaba “analizarme” y entender lo que me pasaba. ¡Es la responsabilidad! pensaba. Claro, mi primer trabajo, casarme… había abandonado mi “primera juventud”, feliz, sin responsabilidades ni preocupaciones, con el colchón de mis padres siempre a punto para protegerme, para entrar en el mundo de los “adultos” y esta transición afectaba a mi hipersensibilidad. Madurar… qué doloroso es!

Pero pasaba el tiempo y aquello no cambiaba; es verdad que la angustia era menos intensa, pero a cambio la tristeza llegaba con fuerza. Tuve que dejar los libros y películas “profundos”, pues todo me dejaba tocada. Y de nuevo la sensación de culpabilidad… por perder el tiempo, por no cultivar el espíritu! Nadie notaba nada, salvo mi mejor amiga, con quien me desahogaba… y mi madre, a la que yo creía ilusamente que engañaba con mis mentiras… porque mentía, sí, mentía… Me acostumbré a mentir, a vender a todo el mundo mi vida de color de rosa mientras por dentro me sentía a morir. No resultaba difícil; en parte va en mi personalidad: siempre he sido “la peque de la casa”, “la alegría de la familia”, la que siempre está contenta, contagiando escandalosamente a los demás las ganas de reír y vivir… He asumido ese papel como parte de mi carácter. Y siempre seré “la alegría de la familia”, igual que siempre seré la pequeña…aunque tenga muchos muchos años.

Cualquiera que me conozca, incluso mis amigas más cercanas, se quedaría alucinado leyendo esto. ¿Laura triste? ¡venga ya! Pero si es la persona más alegre que conozco! Siempre se está riendo, no tiene preocupaciones, es la felicidad en persona! Siempre he pensado que esta dualidad de caracteres se debe a que soy Géminis, y en función del momento y las circunstancias, domina “el gemelo” positivo o el negativo; en todo caso, ambos son tremendamente pasionales, si estoy contenta rozo la euforia y si estoy triste, me vengo abajo. Vamos, que vivo en una auténtica montaña rusa emocional! Y es agotador…

Mi amiga Ana, que es psiquiatra y me conoce muy bien, dice que esto no es una contradicción: “Laura, lo que te pasa es que eres extremadamente sensible, disfrutas de la vida con entusiasmo, porque eres alegre y vital por naturaleza, pero insignificancias que a otras personas dejan indiferentes, a tí te tocan a fondo, sin que encuentres el término medio, o te dejan temblando de felicidad, o todo lo contrario, porque ante las emociones “negativas”, ese torrente de energía que te hace dar botes de alegría por cualquier pequeñez, se vuelve autodestructivo y te machaca. Pero esta parte tuya está oculta para los demás, porque la disfrazas con tu sonrisa y charla animada. Te has acostumbrado a tu papel de persona feliz. Cuántas veces, viéndote hablar sin parar, reirte exageradamente, diciendo lo feliz que eres, he sabido que por dentro estabas hecha polvo! De todos modos, no siempre has tenido estos vaivenes tan fuertes, pero no seré yo quien te diga lo que te ocurre, tendrás que pensarlo tú… y sufrirlo tú…”.

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