jueves, 29 de enero de 2009
Añoro...
Ella se ha ido a trabajar, me llama a mitad de mañana y me pregunta que como me encuentro ¿quieres que te lleve algo de leer? He visto una revista en el quiosco que te puede interesar, ¿te la llevo?....... De camino a casa compro yo el pan, no salgas de casa. ¿Sacaste a Nano?....... Vale, pues a la noche le saco yo. Oye me llamó Miguel por lo del fin de semana, ya le he dicho que no vamos....... ¡que no, que no!, ¿Cómo voy a ir yo sola? no tiene sentido ir sin ti, prefiero quedarme en casa contigo......... No hay nada más que pensar, Jesús......... Ah, llevé la baja a tu trabajo. Me preguntaron por ti.......... Te han puesto un sustituto y los chicos están bien atendidos, así que no te preocupes......... No te compliques con la comida, eh, sobraron cosas de ayer, así que solo es calentar......... Bueno cariño te dejo que se me acaba el rato del descanso. Un beso....... No cojas frío, y por favor no fumes mucho, ¿vale?.
Son las tres y media de la tarde, he calentado las lentejas que sobraron de ayer y he hecho con pocas ganas una ensalada. Por fin llega. Entra, se acerca me revuelve el pelo y me besa la boca. Comemos y después de recoger la cocina nos vamos al salón, yo me tumbo en el sillón y reposo mi cabeza en sus piernas. Acaricia mi pelo y me quedo dormido. Ella ojea algo, pero poco a poco también se duerme.
Supongo que es por la gripe, debe ser bonito. ¿Me lo habré perdido? No lo se, se que soy feliz como estoy, pero hoy me siento así...
Día... mierda! he perdido la cuenta
Estoy sin tiempo para nada. Lo cierto es que cuando estábamos en casa de mi madre tenía poco tiempo, pero ahora me doy cuenta de cuánto me facilitaba las cosas el estar allí. Rut se ha puesto mala el martes, así que pasa las noches y las mañanas en casa de la bisa, la recojo al salir del trabajo, no me despego de ella en toda la tarde y, antes de que se quede dormida, la llevo de nuevo allá.
Y sin embargo, a pesar de las dificultades, no quiero renunciar, me niego a renunciar a esta nueva independencia: a no hablar cuando no me apetece, a manejarme-manejarnos yo sola, a no salir a deshoras con la niña por no aguantar ciertas visitas de mi madre... esas cosas que tanto me hartaban sin apenas darme cuenta.
Así que, aun sin tiempo y con catarros y fiebres por doquier, aquí estoy, contenta de mi decisión. Me voy, que ya es la hora.
miércoles, 28 de enero de 2009
Gripe
No queda más remedio, ¿por qué resistirse? no somos perfectos.
Forma parte de la vida.
Y ahora a esperar a que se pase. Pienso en mi trabajo, y ¿si mañana no voy a trabajar? Nadie es imprescindible.
Así que me meteré en la cama y a descansar. Me duele todo el cuerpo. Pero antes tengo que sacar a Nano, que está aquí tumbado a mi lado esperando su paseo. Mi madre no le saca, nunca, le da miedo caerse y además TAMBIÉN está mala...
Tengo hambre, frío, cansancio, tristeza... Siempre que me pongo malo me pongo tan triste... es el síntoma para saber que me estoy poniendo enfermo. De repente me pregunto por que me siento así tan vulnerable, por que me afectan tanto las cosas, incluso con ganas de llorar y poco a poco empiezan los síntomas del gripazo. Es lo bueno de conocerse que sabes lo que te pasa por que recibes "avisos" de tu cuerpo.
Alguien me dijo una vez ante un serio problema "esto también pasará" y desde entonces forma parte de mi filosofía de la vida. Todo, lo bueno y lo malo, pasa. Así que por que pelearse para que se solucione si todo es cuestión de tiempo...
Esto es lo que hay, hoy.
martes, 27 de enero de 2009
¿Un italiano vero?
Alguien que te llore
Hará cosa de una semana, a raíz de un comentario sobre la atracción que ejercían algunos profesores sobre sus estudiantes, X, mi compañera de trabajo en la biblioteca, afirmaba que esa atracción dependía mucho del sexo de ambas partes: las alumnas se enamoraban de sus profesores, pero los alumnos se sentían indiferentes ante sus profesoras, porque era bien sabido que las chicas buscaban edad y experiencia en sus parejas, y los chicos todo lo contrario. Para desmentirla le cité uno de mis libros favoritos, la novela autobiográfica de Stephen Vizinczey En brazos de la mujer madura, donde se demostraba justamente lo contrario. La leyó enseguida y me pregunto si podía recomendarle algún otro libro del mismo autor. Me había gustado El hombre del toque mágico y bromeé sobre lo bien que vendría leerlo en estos tiempos de crisis, aunque se hubiera escrito hacía unos años: cuando, en la novela, le comunicaban a un trabajador su despido, dos empleados de seguridad lo acompañaban hasta la calle ipso facto, para evitar que, en un legítimo arrebato de rabia, pudiera alterar los datos almacenados en los equipos informáticos. Prometí que lo buscaría, aunque ya sabía que en mi casa, etcétera, etcétera. Afortunadamente, no tardé mucho en dar con él, lo revisé según mi costumbre y, al encontrarlo limpio de polvo y paja, se lo presté sin más.
Hoy me lo ha devuelto. Creía que eran figuraciones mías, pero a lo largo de la mañana la he sorprendido mirándome pensativa. Y luego ha sacado el tema de las redes sociales, de lo fácil que es conocer gente por internet, de viajes organizados… Nada más llegar a casa me he puesto a releerlo por si encontraba alguna pista que explicara su extraña actitud. La solución no estaba en el argumento de la novela, sino en un párrafo subrayado en amarillo y remarcado, además, con un círculo de color naranja; supongo que cerré el libro antes de que la tinta estuviera seca y las páginas se pegaron, de forma que no pude descubrirlo en mi análisis concienzudo habitual.
“Es muy triste que muera una persona que deja a una familia desconsolada, pero es más triste todavía que el que se va no deje a nadie que le llore. Es como si los muertos que ya no tienen lazos con los vivos murieran de un modo más inexorable, como si nunca hubieran vivido.”
No lo recordaba, pero la idea me resultó familiar, seguro que mucha gente ha escrito algo parecido. Pienso vivir muchos años y, para evitar morir de un modo inexorable, como si nunca hubiera vivido, como dice la cita, estoy escribiendo una novela; estoy intentando hacerlo, quiero decir. Porque, tengo que admitirlo, creo que no, no dejaré a nadie que me llore.
domingo, 25 de enero de 2009
PRESENTACIÓN (3)
Por eso temo los fines de semana. Bueno, ahora sé que los temo. Antes, sólo veía que los fines de semana estaba de mal humor, dormía hasta la hora de comer, después veía la tele (no un canal concreto, sino un poco de todos, zapeando sin parar) toda la tarde, visitando continuamente la nevera, y después a cenar de parejitas, o a dormir otra vez. Deseaba que llegara el lunes. También me sentía muy sóla: Javier se pasa el fin de semana haciendo deporte, se levanta pronto, viene a comer, y después de una pequeña siesta, otra vez deporte, hasta la noche. Miraba con envidia a Javier: “qué tío, duerme a pierna suelta, no para en casa, todo el día haciendo deporte… él sí disfruta de la vida!”. Como recién casada, me parecía mal no estar en “nuestra” casa sólo porque mi marido no estuviera, o quedar con mis amigas con la frecuencia de antes (“de vez en cuando sí, pero todos los fines de semana no, eh? que para qué te has casado!!!”). Así que me quedaba en casa, sóla, aburrida y amargada… qué manía cogí al principio a LA CASA! Y por supuesto, mientras tanto todo el mundo creyendo que yo no daba señales de vida porque estaba en una “nube de amor”, feliz en mi casita con mi maridito! Eso también me hacía sentir, cómo no, culpable, y sobre todo, me sentía culpable cuando, después de decidir que de vez en cuando es bueno hacer algo de “sólo chicas”, me iba un día o un fin de semana (una o dos veces al año, más no) con mis amigas y disfrutaba… Sí, me sentía culpable por disfrutar estando sin Javier… como antes… Así que esos pocos fines de semana, durante los cuáles estaba como loca, eufórica, acababan con una tremenda llorera a la vuelta a casa, por saber que volvía a mi vida real, y sintiéndome culpable por pensar así.
Menos mal que con el tiempo todo pasa…
En resumen, observé que la inactividad me mata. ¡Pero con lo que yo disfrutaba antes leyendo un libro tranquilamente o escuchando música! Como no soy masoquista, ahora me organizo fines de semana hiperactivos: viernes, sábado y domingo uno o dos partidos de pádel al día, que por cierto, juego como si me fuera la vida en ello, comida un día con mis suegros y otro con mis padres, ir al cine con Javier los viernes y los sábados a cenar con amigos.
Pero aunque he intentado engañarme durante mucho tiempo, sé que esta necesidad compulsiva de hacer cosas esconde algo… Sé que necesito algo, pero QUÉ??? Pienso a menudo en “Madame Bovary”, su frustración, su insatisfacción vital… A veces tengo dudas: ¿seré caprichosa y por eso no puedo estar contenta… teniéndolo todo? ¡Pero si yo siempre disfrutaba con cualquier cosa! ¿Y por qué me siento tan terriblemente vacía? Vacía y vieja… Como si lo mejor de la vida ya hubiera pasado y no quedase nada por hacer más que ver pasar los días, y los meses, y un año, y otro y otro……..