miércoles, 4 de marzo de 2009

un mes o una vida

Una vez al mes tengo que ir a mi tierra, a casa de mi madre (que para mí es mi “casa”) y a ver a la familia. Ya lo que es ver a los amigos, se va alargando.Un fin de semana no da para mucho, y ahora que tengo separación de amigos entre los solteros con ganas de trasnochar, los casados o con hijos que la oferta para vernos es “venta a mi casa a cenar” y los separados…. Pues como que es imposible; si a eso le uno que me apetece mucho ver a mis sobrinos y disfrutar de su “crecimiento”, pues no me cunde el fin de semana que voy; pero aún así tengo que ir una vez al mes.. sino, me pongo fatal.

Siempre he ido a mi “casa” una vez al mes, independientemente de donde estuviera (provincia) o de lo que hiciera (estudiar o trabajar). El mes es el tiempo máximo que soporto.. si sobrepaso, aunque sea en un día este tiempo me entra la “depresión” y la mala leche. Y ¿por qué no ir más?, pues al principio era porque se acostumbraba mi madre y ya quería que fuera más de una vez al mes y si quieres hacerte del sitio donde normalmente estás, tienes que hacer vida allí; pero también en parte no es sólo por eso, sino porque ¿y si lo echo de menos yo?, y si realmente se reduce el tiempo máximo de “capacidad de aguante sin viaje”¿?

Algunas veces, sobretodo cuando supero el tiempo máximo estipulado, me hago preguntas como ¿qué hago aquí?¿habré acertado? ¿no será que cada cosa tiene su tiempo y yo me he equivocado?

Me pasa sobretodo ahora que curiosamente estoy más lejos. Pero no es por lo cerca o lejos, sino porque ahora echando la vista atrás, te das cuenta que tomas decisiones en tu vida que se reflejan más tarde y que siempre dudarás si han sido apropiadas.

Cuando tuve que salir de mi “casa” a estudiar, lo pasé muy mal, era la única de todos mis amigos que “salía” y me encontré que salí de una ciudad-pueblo a una macrociudad. La experiencia al cabo del tiempo, creo que fue positiva. Me espabilé mucho, conocí muchísima gente, hice por lo menos 4 pandillas de amigos y aunque sabía que ese no era mi lugar, un lugar donde “jubilarme”; era un lugar de “vida” y que cuando llegaba a mi “casa” la adoraba porque era un pueblo, tenía ahí lo que no tenía en la macro.. lo mismo ya empezaba a tener, bueno, ya tenía más amigos en la macro; pero la paz, la familia, la forma de diversión “distinta” y lo que no tenía en la macro, lo tenía en “mi casa”

En su día tuve que tomar otra decisión por el estilo. Salir de la macro a irme a otra ciudad, no tan pueblo, pero tampoco tan macro y ahora sigo preguntándome, después de 9 años si hice bien. Es curioso porque esta pregunta no me la hice en los 11 años que estuve en la macro y en esta.. muchas veces. La situación es más o menos la misma, salir de un sitio a conseguir algo que no tienes en ese sitio. En este caso salí de una ciudad para conseguir una mejora laboral y más tranquilidad… Pero ¿por qué me pregunto tanto esto?.

Dicen que cada cosa tiene su tiempo, lo mismo es que las respuestas a la vida también tienen que cambiar, y no te valen siempre las mismas. Si una vez lo hice y salió bien, ¿por qué la próxima iba a salir mal; poco que perder y mucho que ganar?... Pero ahora me pregunto si realmente perdí poco y gané mucho. Ahora me agarro a mi trabajo sobre todas las cosas y creo que una de las cosas es que sino, no tiene sentido mi decisión, que descubrir que no es lo más importante es como descubrir que tomé la decisión equivocada. Sí, me gusta mi trabajo, pero ¿por encima de tantas cosas?¿es normal el potenciar tanto este valor?. Nunca me he considerado una “chica” materialista, nunca me quejo de lo que no tengo.. y me gusta mucho más lo “metafísico” que lo físico. No me gustan las cosas caras ni me gusta el gastar por el gastar. Quizás ha sido porque he tenido posibilidad de elegir si lo quería lo podía tener, pero no lo quería.. no me llamaba la atención, si lo mismo no hubiera podido conseguirlo, entonces lo hubiera querido. Pero la cosa es que algunas veces me pregunto si el dar tanta importancia a mi trabajo no está en contraposición con lo anterior.

Realmente, igual que otra cosas me gusta darle vueltas, y pensar y sacar conclusiones, a esta no. No quiero pensar si es ilógico, no quiero pensar si tengo otros valores por encima del trabajo, que me estoy ocultando. Me da miedo, me da miedo descubrir que el trabajo no es lo más importante y entonces ¿qué hago aquí? ¿cómo me he salido del camino y dónde me encuentro? . .. me encuentro perdida, sin rumbo, sin sentido. Y me voy a mi “casa” y respiro aire y veo lo bonita que es mi ciudad y lo que dejo allí cuando me voy; pero que precisamente porque me voy es por lo que lo aprecio cada vez que regreso y entonces me respondo a mi pregunta de siempre.. por lo menos hasta el siguiente mes.

lunes, 2 de marzo de 2009

1, impar y rojo

¡no los entiendo!... Es increible.. ¿Por qué se le tiene tanta pena en algunas ocasiones al número 1 y en otras se pasa de él?

Algunas veces, por no decir muchas.. me siento sola, estando rodeada de muchiiisima gente. En mi trabajo estoy rodeada de gente y con el que más hablo es con mi ordenador… yo creo que hasta me contesta, por lo menos hace amagos, que eso ya es más que lo que hacen compañeros que se sientan codo con codo conmigo.. Pero lo peor es la hora de la comida, esa hora empieza a ser una tortura para mí. A no ser que coma con Laura, cada vez retraso más mi hora de salida a comer. En principio podemos ir desde las 13:30 hasta las 15:00 y tenemos una hora. Cuando está Laura vamos a una hora “decente” sobre las 14:00, es una hora a la que el comedor está bastante lleno, pero bueno, “voy acompañada”. Si no viene Laura, ahora, voy a comer a las 15:00 que ya casi todo el mundo ha comido, y queda mucho sitio libre y con un poco de suerte, puedo comer tranquilamente. ¿por qué digo esto?, pues porque en el comedor, podemos caber 200 personas o más comiendo a la vez.. y si voy sola a comer.. pues me miran mal.. “mira esa que se sienta sola a comer”.. y parece que entonces, es cuando a la gente le da por darse cuenta que soy 1 e impar.. y me hacen ponerme roja.. Pero ¿tengo yo la culpa?¿no puedo comer sola?. Total que de repente, se le abre el corazón a alguien del curro que pasa todos los días delante de mí sin decirme ni buenos días y me suelta eso de “si quieres siéntate con nosotros y no comas SOLA”… y claro…, he comprobado que si digo eso de “No, gracias, no importa”.. me he cavado mi propia tumba.. no sólo les he hecho un desprecio, les he roto su corazón que lo han abierto únicamente por lástimas; sino que encima paso a ser la tía más borde, rara, insociable y todo lo peor.. Así que no tienes más remedio, que simular una ligera sonrisa, decir “gracias” y sentarte a su lado. La comida casi se te atraganta, porque ves lo ilógico de que todo el mundo se espera a todo el mundo y todo el mundo debe de terminar a la vez, con lo que si ves que alguien ha acabado, casi te atragantas comiendo rápido para que no te tenga que esperar mucho, y si acaso eres de comer rápido, tienes que estar esperando hasta que se pelen la naranjita y se la coman (¡¡¡ vaya un ritual el de la naranja!!!) y toda la comida amenizada con una conversación de trabajo y con un tercer grado en el que te sacan hasta tu propia cadena de ADN o del genoma… Y lo más curioso.. es que terminas de comer, sales del comedor, vuelves a tu puesto de trabajo, parece que ya te has hecho “amiguitos”.. pero no, a la mañana siguiente, siguen sin decirte buenos días, y cuando se largan a comer, no te animan a que les acompañes, y es más.. si vuelves a irte a comer y te ven solo, parece que tienen ensayada la frase porque te sueltan la misma que la primera vez. Se repite todo el ritual, pero ahora en vez de preguntas son confirmaciones de si lo que entendieron de ti es lo correcto, como si quisieran pillarte… y finalmente.. como comas una semana con ellos.. siguen sin saludarte y yo creo que como se ha acabado el tema de conversación, cuando pasas a su lado a comer y se tragan el plato para disimular, aunque eso sí, si decides ir más tarde a comer, para comer tranquilamente, sin presión, a tu ritmo, pudiendo desconectar por una hora del trabajo, siguen diciendo que qué rara eres porque comes sola., si nadie come solo, siempre se puede sentar uno con cualquiera y entablar tema de conversación DURANTE la comida.

domingo, 1 de marzo de 2009

Una noche en la ¿ópera?

Llevo un tiempo sin escribir, sin asomarme a esta ventana que tanto tiene de mi. Perdóname amigo fiel, otro yo mismo de la pantalla, por haberte dejado sin noticias de mi.
Te echaba de menos ¿sabes?. Me voy acostumbrando a que estés ahí y a que me guardes mis secretos, mis intenciones, mis sueños. No ha pasado nada para que haya dejado de escribirte, solo que no sabía que contarte. Ahora no es que tampoco lo sepa, pero me gusta tanto estar aquí contigo (conmigo...).
Te voy a contar algo que me pasó hace unos días, puedes reírte por que en el fondo es gracioso, aunque mientras me pasó no encontraba la gracia, pero bueno ahora que ya está pasado hasta me hace reír.
Estaba en el colegio...
Tuve tutorías con varios padres, entre nosotros, ¡que coñazo son algunas tutorías! Algunos llegan, se sientan frente a ti y ale! cuéntame cosas del niño. Y te pones a hablar como una cotorra diciéndoles cosas que a veces quieren oír y otras veces que no les gustan tanto, pero... ¡tu elegiste venir!. Hay diferentes tipos de padres, bueno diría que todos los padres son diferentes, pero se podría hacer una clasificación según la actitud que toman en la reunión:
Están los que llegan, se sientan y espera a que les sueltes tu el rollo (anteriormente mencionados), cuando llevas un rato hablando con ellos, y ya no tienes carrete, se quedan ahí esperando a que sigas, por que ellos tienen su media hora asignada y si he terminado antes de hablar se quedan ahí, te hacen alguna pregunta para que alargues el tema... pero es que ¡¡¡señores que ya no tengo más que decir!!! . Luego están los que según te sientas, empiezan a hablar de su hijo y no paran de hablar y de repente te preguntan ¿y tu cómo lo ves? dices dos palabras y a la tercera vuelven a tomar la palabra y se lo cuentan ellos todo (es muy agradecido este tipo de padres por que al final han hecho ellos la tutoría y tu no has dicho nada, pero TAMPOCO ES ESO, JOOO QUE ALGO TENDRÉ QUE DECIR), por otro lado está el tipo "madre culpable", y digo madre por que generalmente es ella quien viene, él está trabajando y ella no da a basto con la casa, su propio trabajo y la educación del/ de los hijo/hijos. Y al final acaba contándote su vida para acabar llorando, echa un mar de lágrimas (jo, que trago). Esta tipología de padres, va cada vez más en ascenso y me produce mucha ternura. Acabas siendo el terapeuta, amigo, confesor... También están los padres normales, que escuchan, comentan, preguntan... las conversaciones suelen fluidas y divertidas. Y por último están los padres "nomepongodeacuerdo", llegan, se sientan y cada uno te cuenta una versión diferente, y encima se contradicen delante de ti e incluso se faltan el respeto entre ellos. Uno/una -generalmente una- es el poli bueno y otro el poli malo frente a la educación de su hijo... "es que a mi no me hace caso pero le digo se lo voy a decir a Papá y enseguida reacciona.... o le digo que recoja sus juguetes y no me hace caso, pero llega su padre se lo dice una vez y ya lo ha recogido en un momento".... "Claro es que tu eres una blanda, le permites todo al niño..." (aquí desempeño la función de mediador familiar, asistente social, piscólogo... Casi todas estas tipologías de padre suelen usar además el "elemento escudo". Te cuentan, "es que no nos hace ni caso, pero es decirle, como no te duermas mañana se lo decimos a Jesús, y en dos minutos está dormido".... Tengo complejo de escudo o de arma arrojadiza...
pero a pesar de todo me gusta hablar con ellos, me gusta conocer que pasa, que hay detrás de la trastienda escolar, la vida en familia... Y suelo acabar teniendo muy buena relación con ellos, les cojo cariño, tres cursos seguidos dan para mucho, la verdad y con algunos he llegado a pasar la frontera padre-profe para convertirnos en amigos, pero esos son casos contados.
Pues bien estaba en cole (que me pongo a hablar y me olvido lo que quería contarte) y se fueron los últimos padres que había citado para ese día. Al marcharse vi que no era muy tarde y aproveché para preparar unas fichas que quería hacer con mis chicos al día siguiente. Me lié con el ordenador y cunado me quise dar cuenta se había hecho realmente tarde, tarde para estar en el cole quiero decir. 8 y media de la tarde.
Infantil, donde yo trabajo, está en un edifico aparte del colegio de primaria y secundaria. Somos, como nos dicen por allí, "la República Independiente de Infantil". Recogí mis cosas y me preparé para marcharme. Atravesé nuestro patio y subí la rampa que comunica con el otro cole. Fui a abrir la puerta, tiré del picaporte y no cedió. Pensé que a lo mejor se habría cerrado mal y que era cuestión de empujar un poco más. Pero... no. Estaba cerrada. De repente me acordé de Mónica, Tere y Conchi, las mujeres que limpian en el cole. Habían cerrado la puerta. Esa puerta que enlaza con el otro cole siempre se cierra cuando ellas acaban de limpiar. Pero antes de hacerlo se asoman y miran a ver si hay alguna luz encendida. Dan una voz y si estamos salimos pitando para no quedarnos allí.
De repente todo vino a mi cabeza, no por que razón, se me ocurrió ponerme los auriculares para oír música desde mi teléfono móvil. No había oído que llamaban para cerrar. Golpeé la puerta por si había alguien por dirección. Grité esperando que alguien me escuchara. Volví a golpear la puerta... Nada, no había nadie. Las monjas viven en el monasterio que es un edifico anexo al colegio y entonces se me ocurrió llamar al convento. Ufff ¡¡solo una rayita de batería!. Vale, llamé, pero intento fallido. Nadie cogió el teléfono. A esas horas las reverendas monjitas habían acabado su último rezo (son monjas de clausura y se acuestan muy pronto).
¿Qué hacer? Vale, llamé a Alfonso, un amigo y compañero de Primaria. Sonaba y sonaba, pero no le cogía. Y mi móvil empezó a hacer el típico ruidito de batería agotandoseeeeee. Era como el preso que le conceden la última llamada en el corredor de la muerte...
Llamé a casa. ¡Mi madre, sí, mi madre me ayudará!,le diré que insista en el cole, que llame a las monjas, que llame a algún compañero, pero ¿cómo va a llamar si no sabe los teléfonos? ¿si no están apuntados en ningún sitio? Es igual, algo se me ocurrirá. Marco el número de casa y ¡horror! suena mi voz... "¡Hola, has llamado al tal tal tal, en este momento....." Es la hora en que mi madre se cuelga del teléfono, hace el repaso del día por todas sus amigas y por último habla con mi hermano. Y mi móvil vuelve a hacer ruiditos... ¡¡¡Dios!!!! que me quedo a dormir en el coleeeee.
Insisto, llamo una vez más, salta el contestador. Tengo frío. Me voy a la sala de profes, enciendo la luz y me siento en una de las sillas. ¿qué hago? ¿que hago?. Salgo de nuevo al patio, aporreo la puerta, respuesta: silencio. El móvil pita de nuevo, le insulto, me voy de nuevo a la sala. Vuelvo a llamar a casa. De nuevo mi voz. Ahora insulto a la voz, que es mi voz, ¡cojones que me insulto a mi mismo!. Cuelgo y vuelve a pitar. Vuelvo a llamar y mi voz de nuevo. ¡Odio este mensaje, mañana le cambio! Llamo al cole, ¡me acuerdo que tengo el móvil de la direc en la agenda del móvil, llamo: "el numero al que está llamando está pagado o fuera de cobertura" Otro insulto más. Vuelvo a llamar a casa. De nuevo ese tonto los coj... Vale, admito mi rendición y dejo un mensje: "Mamá, que no iré a dormir esta noche que me he quedado..." Piiiiiiii. La batería se acabó.
Estoy incomunicado. Solo. Aislado ¡¡y en el trabajo!!!.
Hay una puertecita abierta del armario donde guardamos las "chuches" que comenos los profes en los ratos de patio. Una caja de pastas, entera, dos plátanos y unos batidos de chocolate... ¡Al menos no moriré de inanición...!
Me voy a la gimnasio. Coloco varias colchonetas, busco un par de mantas. Ya tengo camita para pasar la noche.
Vuelvo a la sala y me pongo a comer pastas sin parar, impulsivo, de mala ostia... Y me da por reír. Mejor reír que llorar, pienso.
En una pared, un calendario. Pienso 25 de febrero, ya queda menos para la primavera... Y de repente un latigazo. 25 de febrero. Hoy estaba invitado a cenar en un restaurante. Era el cumpleaños de un amigo. No hay forma de avisar. Bueno no pasa nada. Seguro que está en buena compañía. Mañana le explicaré.
Pelo un plátano y no se cuando ni como, me quedo dormido encima de la mesa de la sala.
Lo siguiente que escucho, son gritos de niños. ¿estoy soñando? ¿Que hago en cole? Son las 8 de la mañana entra el grupo de madrugadores al cole. Van a desayunar.