domingo, 25 de enero de 2009

PRESENTACIÓN (3)

Con el tiempo la angustia y la tristeza han ido perdiendo fuerza para dejar paso a la apatía. Mi mejor medicina es la actividad. Cuantas más cosas hago y más agotada esté físicamente, mejor me encuentro, siento que aprovecho el tiempo, que soy útil. Por eso las semanas pasan volando, trabajo mucho, muchísimo. Es cierto que mi jefe me explota un poco, pero también que yo me dejo explotar. Salgo pronto de casa, vuelvo tarde, estoy agotada y me voy a dormir… hasta el día siguiente y el siguiente…

Por eso temo los fines de semana. Bueno, ahora sé que los temo. Antes, sólo veía que los fines de semana estaba de mal humor, dormía hasta la hora de comer, después veía la tele (no un canal concreto, sino un poco de todos, zapeando sin parar) toda la tarde, visitando continuamente la nevera, y después a cenar de parejitas, o a dormir otra vez. Deseaba que llegara el lunes. También me sentía muy sóla: Javier se pasa el fin de semana haciendo deporte, se levanta pronto, viene a comer, y después de una pequeña siesta, otra vez deporte, hasta la noche. Miraba con envidia a Javier: “qué tío, duerme a pierna suelta, no para en casa, todo el día haciendo deporte… él sí disfruta de la vida!”. Como recién casada, me parecía mal no estar en “nuestra” casa sólo porque mi marido no estuviera, o quedar con mis amigas con la frecuencia de antes (“de vez en cuando sí, pero todos los fines de semana no, eh? que para qué te has casado!!!”). Así que me quedaba en casa, sóla, aburrida y amargada… qué manía cogí al principio a LA CASA! Y por supuesto, mientras tanto todo el mundo creyendo que yo no daba señales de vida porque estaba en una “nube de amor”, feliz en mi casita con mi maridito! Eso también me hacía sentir, cómo no, culpable, y sobre todo, me sentía culpable cuando, después de decidir que de vez en cuando es bueno hacer algo de “sólo chicas”, me iba un día o un fin de semana (una o dos veces al año, más no) con mis amigas y disfrutaba… Sí, me sentía culpable por disfrutar estando sin Javier… como antes… Así que esos pocos fines de semana, durante los cuáles estaba como loca, eufórica, acababan con una tremenda llorera a la vuelta a casa, por saber que volvía a mi vida real, y sintiéndome culpable por pensar así.

Menos mal que con el tiempo todo pasa…

En resumen, observé que la inactividad me mata. ¡Pero con lo que yo disfrutaba antes leyendo un libro tranquilamente o escuchando música! Como no soy masoquista, ahora me organizo fines de semana hiperactivos: viernes, sábado y domingo uno o dos partidos de pádel al día, que por cierto, juego como si me fuera la vida en ello, comida un día con mis suegros y otro con mis padres, ir al cine con Javier los viernes y los sábados a cenar con amigos.

Pero aunque he intentado engañarme durante mucho tiempo, sé que esta necesidad compulsiva de hacer cosas esconde algo… Sé que necesito algo, pero QUÉ??? Pienso a menudo en “Madame Bovary”, su frustración, su insatisfacción vital… A veces tengo dudas: ¿seré caprichosa y por eso no puedo estar contenta… teniéndolo todo? ¡Pero si yo siempre disfrutaba con cualquier cosa! ¿Y por qué me siento tan terriblemente vacía? Vacía y vieja… Como si lo mejor de la vida ya hubiera pasado y no quedase nada por hacer más que ver pasar los días, y los meses, y un año, y otro y otro……..

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