miércoles, 21 de enero de 2009

Salúdame en el semáforo

Se termina el día. Miércoles, en medio de la nada... Lejos aún del fin de semana y cerca del principio de semana... Imagino lo que puede sentir ahora un hijo en mitad de otros hermanos mayores y pequeños...
No ha estado mal este miércoles. Miércoles de rutina... Parece como si fuera necesario que todos los días pasaran acontecimientos, positivos o no... Hoy un día normal, igual que los demás, un miércoles más...
Es un poco injusto calificar de igual un día que se acaba... Nunca es normal, nunca se repite. Es verdad que en lo básico son iguales. Se repiten las actividades, pero todo lo demás es diferente. Nunca es igual la mirada que me encuentro a las 8 de la mañana en el portal cuando voy a dar el paseo matutino con Nano, ahí está la mujer del servicio de limpieza fregando el suelo del portal, me mira, y sigue su trabajo. Hoy no le ha dicho nada a Nano, otros días si. ¿Ves?, nunca es igual. Hoy a las 8 y media al bajar al garaje a por mi coche no estaba la chica del coche azul y pequeño que otros días que me encuentro arrancándole, (¿habré sido yo hoy más rápido que ella? ¿se habrá dormido?). Arranco mi coche y aparece ella. Sí, se ha dormido, lo veo en su cara de "voy tarde".
Nunca me fijo en los coches con los que coincido en los semáforos, voy siempre con tanto sueño... Pero estoy seguro que si prestara atención me daría cuenta que muchas de esas caras que como yo miran al semáforo acabarían por hacerse familiares. En vez de estar aburridos esperando el ansiado cambio del rojo a verde podríamos saludarnos. Solo un gesto con la cabeza o un agitar la mano... Quien sabe a lo mejor meses después con la llegada del primavera y gracias a llevar la ventanilla bajada incluso acabaríamos charlando un ratito... ¿Qué, cómo lo llevas? ¿Vas con retraso hoy, eh? ¿Que tal ayer en el cine, te gustó la película? Bueno mañana te veo! ¡Qué tengas un buen día!...
¿Y por qué no? ¿No sería todo más fácil? ¿Más sencillo? ¿No iríamos con otras ganas a trabajar? Levantarse de otro ánimo, "a ver si veo a Pepe, que hace muchos días que no coincido con él en el semáforo de Poniente, no se que le habrá pasado". Voy a intentarlo, ¿quien sabe? Seguro que al final de cada día llegaríamos con muchas experiencias que recordar y con un sabor más agradable en la boca.
Nunca es igual, nada es igual. Este es el secreto de la vida, que no tiene cabida para la rutina.
Me voy a dormir. Estoy cansado. Gracias por este día.

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