jueves, 26 de marzo de 2009

¿coleccionista de sentidos o sentimientos?

Escuchar, tocar, escuchar los silencios, escuchar las respiraciones, tocar el aire, tocar los sentimientos.
Me encanta la rutina en mi vida, vamos, más que nada tener todo atado y bien atado. Los planes rotos, las cosas que no salen como uno quiere, fastidian, hasta pueden llegar a hacerte tocar fondo, pero después piensas que por lo menos has vivido un tiempo o utilizado un tiempo en la elaboración de ese plan, y que ese tiempo lo has disfrutado.

5 sentidos dicen que tenemos las personas. ¡y qué poco aprovechados!. Somos unos comodones, nos vamos a lo fácil. La vista para mirar, pero sin percibir las cosas, que no me caiga, el color, las cosas….pero sólo el exterior. El olfato, ¡qué bien huele o qué mal huele!, pero ahí queda la cosa. El oído, generalmente para escuchar los ruidos o sonidos de los demás, de algo que sale por su boca, y que generalmente ni siquiera a todos prestamos atención, si alguien nos habla más de 3 minutos, al minuto, ya hemos “desconectado”. El gusto, el pobre gusto al que sólo se le asocia la comida; el pobre va de la mano de la boca, de la lengua. Y el paupérrimo del grupo, el tacto, limitado a dos manos, dos manos cada una con cinco dedos y que algunas veces las intentamos menos preciar comparándolas con los pies por su torpeza.

Esos son los sentidos rutinarios, los normales, los del día a día, que te hacen seguir viviendo sin necesidad de enfrentarte a tus miedos, o saber que hay mucho más de lo que tú “disfrutas”. Pero poco a poco, quizás la edad, o quizás el empezar a cansarme de llevar una rutina en toda mi vida, me han ido descubriendo 5 sentidos distintos y maravillosos, 5 sentidos que provocan en mí sensaciones, recuerdos y vivencias más profundas que los rutinarios y que aunque me cueste haberlos conocido porque ahora los quiero, cada día los intento “utilizar”, pero sin gastarlos, sin desbordarlos, que lo poco y bien, mejor que lo mucho y mal, y que como diría mi madre, mejor quedarte con un poquito de gana y buen sabor, que empacharte por un momento que empezó siendo bueno (realmente viene a decir eso; pero vamos, no pongo comillas que ni de coña me suelta esa frase).

La verdad, acabo de borrar todo lo que había escrito a continuación, porque empezaba a decir lo que era cada sentido nuevo para mí; pero en realidad, lo que más me gusta es la conjunción de ellos. La unión hace la fuerza y qué fuerte unir todos los sentidos. ¿Quién cuando ha ido al mar, a un acantilado, no se ha quedado tonto escuchando el mar, el aire, sintiendo en su cuerpo, no sólo en sus manos, el sol, la humedad, escuchando el silencio “personal” saturar sus retinas con ese paisaje para después cerrar los ojos y llenarse de todo eso?. Yo he descubierto, que colecciono imágenes, olores, tactos, sonidos y sabores, y que como buena coleccionista, me emociono cuando encuentro uno nuevo, ni mejor ni peor, sino nuevo, distinto a los que tengo, y que de vez en cuando, me gusta pasearme por los que tengo, disfrutando de cómo los he conseguido o de qué son.

Mi colección es grandísima, pero es increíble, aún me quedan muchos, y lo mejor me encantan. Esta semana he descubierto el poder de un roce desinteresado, sin querer dos manos, piernas o cuerpos se tocan y los 5 sentidos se activan, empiezas a oler a oír a saborear el otro cuerpo, al extraño, y cuando miras, no ves lo que hay delante, ves lo que está oculto y te sientes, te sientes desbordado por todos los sentidos, pero bien, muy bien: por ahora lo meto en el archivo de las buenas sensaciones, ¿quien sabe? Es mi colección y hago con ella lo que quiero.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Tan solo un segundo

Tan solo un segundo...
Un momento, un instante, una brisa de luz y todo cambia.
Es la magia de la existencia.
Todo vuelve a empezar.
Reconstruirse y revivirse.
¿Por qué no una nueva oportunidad?
Nada es blanco o negro

lunes, 23 de marzo de 2009

(Siete, ya)

Hace casi siete años (siete, ya) que mi madre dejó de ser “mamá” para ser “la abuela”, que la abuela pasó a ser “la bisa”, y que mi hermana es “la tía”. Mi padre hace mucho que dejó de serlo. Al menos, es el abuelo de Rut.

El ratón de Rut

Rut tiene un ratón: cuando se despierta, corre, corre y corre. A veces se para, un segundo, dos, y vuelve a correr en su rueda. ¿Por qué corre? No lo piensa, simplemente lo hace. Cuando vivía en libertad, correr tenía un sentido: buscaba el alimento, exploraba el territorio, controlaba a los miembros de su grupo, estaba alerta ante los posibles depredadores. Ahora no tiene nada de eso, y sin embargo, sigue corriendo, sin pensarlo, sin buscar un motivo, una causa, un porqué. Simplemente vive, y vive así, sin cuestionarlo.

Se sube a la rueda y comienza a correr, se baja una vez, continúa, se baja otra vez y continúa. Se baja aturdido, mira alrededor un segundo (tal vez aún espere a los depredadores), se acerca al depósito de comida coge lo que necesita y vuelve a la rueda. Vive y no lo piensa.

domingo, 22 de marzo de 2009

voz en off

Me gusta pasear. Me gusta observar a las personas mientras paseo. Ver sus caras. Adivinar que piensan, que sienten, Intentar navegar por la profundidad de sus ojos. Pero a veces, algunas veces, veo tanta tristeza… y entonces es cuando pienso que me gustaría ser un mago y sacar de mi chistera un bálsamo de esperanza y una sonrisa por medicina. ¿Qué pasó con sus vidas? ¿por qué tanto dolor?

Los niños me devuelven diariamente la ilusión de vivir. Son como el cargador de mi batería, ellos “me ponen las pilas”. Llego a clase y siento que todos mis problemas se desvanecen. Ya no existen.

Todos los días aprendo de ellos y con ellos. Aprendo de su forma valiente y decidida de descubrir el mundo. Ellos son la ventana por la que me asomo y contemplo la vida. El tamiz por donde pasar mi mirada de adulto.

Su risa contagiosa mi mejor terapia.

¿Dónde se quedó nuestro pequeño cuando nos hicimos adultos? No deberíamos perder esa batalla. Pertrechar la vida de esperanza e ilusión para combatir la tristeza y la soledad. No olvidar nunca que todo en la vida tiene dos caras y que la moneda puede girarse y cambiarlo todo.

Jugar, jugar, jugar… no tomarse en serio la vida, reírse de ella y con ella.