domingo, 22 de marzo de 2009

voz en off

Me gusta pasear. Me gusta observar a las personas mientras paseo. Ver sus caras. Adivinar que piensan, que sienten, Intentar navegar por la profundidad de sus ojos. Pero a veces, algunas veces, veo tanta tristeza… y entonces es cuando pienso que me gustaría ser un mago y sacar de mi chistera un bálsamo de esperanza y una sonrisa por medicina. ¿Qué pasó con sus vidas? ¿por qué tanto dolor?

Los niños me devuelven diariamente la ilusión de vivir. Son como el cargador de mi batería, ellos “me ponen las pilas”. Llego a clase y siento que todos mis problemas se desvanecen. Ya no existen.

Todos los días aprendo de ellos y con ellos. Aprendo de su forma valiente y decidida de descubrir el mundo. Ellos son la ventana por la que me asomo y contemplo la vida. El tamiz por donde pasar mi mirada de adulto.

Su risa contagiosa mi mejor terapia.

¿Dónde se quedó nuestro pequeño cuando nos hicimos adultos? No deberíamos perder esa batalla. Pertrechar la vida de esperanza e ilusión para combatir la tristeza y la soledad. No olvidar nunca que todo en la vida tiene dos caras y que la moneda puede girarse y cambiarlo todo.

Jugar, jugar, jugar… no tomarse en serio la vida, reírse de ella y con ella.

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